A different man. Aaron Schimberg, 2024.

A different man. Aaron Schimberg, 2024.

Película seria. Cine como arte. Mensaje. El hombre elefante. Vamos allá.

El arco de personaje (expresión que me da un poco de repelús…). La evolución del personaje (mejor). En esta película, el protagonista sufre una evolución muy patente. Un cambio físico increíble, casi fantástico (me recordó un poco a la transmutación de La Sustancia). Y, sin embargo, por dentro no ha cambiado nada, como le dicen justo al final. Si esto te ha parecido spoiler, mejor ve a verla ahora. Porque ahora sí que te la voy a contar.


Edward es un pobre diablo que quiere ser actor. Vive en un piso destartalado en Los Ángeles y, como otros miles de wannabes, se la pasa haciendo castings y ensayando guiones. Ah, y tiene una deformidad muy evidente: una cara hinchadísima, una mandíbula enorme y prominente, una elefantiasis galopante.

Un día, llega una vecina nueva al edificio. Una chica joven, amigable al parecer, que se preocupa por Edward y le presta atención. Quiere ser escritora de teatro, y entre ellos se forma una especie de amistad entre vecinos que, para Edward, no es tanto amistad sino un extraño amor frustrado. Pero aquí dudo: ¿frustrado por su deformidad? (Por otra parte, no hay demasiados momentos en la película en los que la gente repare en ella, le insulte o salga horrorizada). O más bien, ¿porque Edward carece de autoestima y confianza? No se siente esa persona.

Tras ser rechazado por la chica, se somete a un tratamiento novedoso con un fármaco en fase experimental que promete milagros en la estética del rostro. Y así es. Se le cae la cara como una crisálida para dar lugar a un hombre nuevo. Y este hombre puede salir, este hombre puede ligar.

Y es que es un hombre diferente. Pero solo por fuera. También es un hombre diferente en otro sentido: es el Edward que es más Edward que él, el verdadero Edward. Le suplanta y toma todo aquello que querría tomar, pero sin necesidad de cambiar aquello que era más evidente para todos. Quizás solo era evidente para él. Sale de fiesta, consigue amigos, mujeres, éxito… Cambia de trabajo. Incluso los médicos que probaron el fármaco no le reconocen tras el tratamiento. Les dice que Edward murió. La vecina también lo cree. Se muda. Hace una nueva vida. Pero no es feliz.

Un día, se reencuentra con la vecina. Está haciendo un casting para una obra de teatro. Una obra sobre un tal Edward, su vecino, que tenía una deformidad. Que se enamoró de ella. Que fue rechazado. Edward decide presentarse al casting. Es su historia. Sabe contarla. Le cogen. Al final, tiene lo que parecía buscar. Empieza a salir con la vecina.

Entonces aparece otro hombre: Oswald. Él tiene una deformidad real. Ese papel está hecho para él. Comienzan a verse, y Oswald admira a Edward, que empieza a desconfiar. Edward lleva una máscara con su antigua deformidad a los ensayos y decide actuar con ella. Ve cómo Oswald, pese a su condición física, tiene amigos, planes, amantes, parejas. Tiene una vida socialmente rica, es seguro, decidido, carismático. Canta en los karaokes y le da igual la opinión de los demás. Poco a poco, Edward comienza a odiarle, a envidiarle. Oswald le quita su puesto de actor principal. Queda relegado a un papel secundario.

La vida y la obra se mezclan, también con la película. Se convierte en una metapelícula que rompe la cuarta pared. Parece que los protagonistas DE LA PELÍCULA están pasando por lo mismo: uno es deforme (porque el actor que interpreta a Oswald lo es en la vida real), el otro no. Edward está loco. Pierde los papeles, tiene un accidente, acuchilla a su rehabilitador, acaba en la cárcel.

Cuando sale, cena con Oswald, que se ha casado con la vecina directora. Y he aquí la conclusión: Edward sigue siendo el mismo hombre.

Queda pensar: ¿de verdad existe este hombre? ¿No será acaso una metáfora del nuevo Edward? Quiero decir, fármacos tan novedosos no existen. Quizás solo le ayudaron a salir del agujero, de su estado vital apocado, y ese reflejo, ese espejo de todo lo que es, es él en realidad. El Edward con la cara arreglada no es él, es su peor parte. Es su yo más inseguro y más infeliz. Dejo este pensamiento para que le des una vuelta también, a ver qué te parece.

En resumen, me parece una película buena. Merece la pena.

Le voy a poner un… 8, va. Hay que ser generoso.

Voy a ponerme en pendientes alguna peli más de este director.


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