Hay que tener cuidado con lo que se come. Si desde pequeño te acostumbran a desayunar un bol de Chocapics bien rebosante, almuerzas un Phoskitos, comes macarrones y te meriendas dos tostadas de Nocilla, pues mal vamos (me acabo de joder tres o cuatro posibles patrocinios en un párrafo). Tu cuerpo se va a resentir, con 30 vas a estar hecho una mierda y, lo peor de todo, es que ni siquiera te parecerá raro comer todas estas mierdas. Creerás que es lo normal, y te va a costar quitarte este hábito. Pues algo similar a esto es sobre lo que me ha hecho pensar la serie “de la que todo el mundo habla” (qué asquete de expresión): Adolescence.

Podría empezar por el apartado técnico. Lo del plano secuencia, que ciertamente es una flipada. Las actuaciones, que son sobresalientes. La realización en general, una serie de cuatro capitulillos de apenas una hora, bien dirigidos y al grano. Pero todo eso ya lo notas al verla. Parecen pequeñas obras de teatro, los diálogos, las situaciones y los actores te hacen sentir que de verdad hay tensión en el aire. No sé cuántas veces habrán tenido que ensayar o repetir cada capítulo. No sé si, cuando un actor sale de plano, repasan rápidamente el guion y lo que tiene que decir a continuación. Sea como fuere, sale genial. Así que no más sobre la realización. Vamos al meollo de la historia.
Voy a intentar no spoilear demasiado, porque, como siempre hago con las cosas que me han gustado, me cuesta destriparla. Es mejor que la vayas a ver y vuelvas luego.

Resumidamente, este es el proceso de un chaval de UK que se ha cargado a una compañera de clase. Pero el quid de la cuestión es, ¿por qué? Esta es una pregunta clave, que tanto los espectadores como los personajes de la serie se hacen todo el tiempo, no ya solo para condenar al asesino, pues no hay duda de la ejecución del crimen, sino para intentar no perder la fe en la sociedad, básicamente. ¿Es porque la víctima le hacía bullying? ¿Es por simple machismo? ¿El chaval es un psicópata? Pues un poco de todo, pero por supuesto, nada justifica algo así. La serie hace patente la brecha generacional entre los padres, tanto los progenitores del asesino como los policías que lo investigan, y los adolescentes. Esto ya es un cliché, pero es que es real y es un problema: la exposición de los chavalines a un bombardeo de estímulos. ¿Hasta dónde deben los padres controlarlos? ¿Quién educa más al niño, el padre o TikTok? Y no hace falta ir al puto TikTok, si es que este tipo de contenido tóxico y nocivo está por todas partes: en los podcasts, en YouTube, en los medios tradicionales, incluso en formato físico, offline, con los colegas del colegio. Alguno u otro caerá, y la pena es que es muy fácil extender el virus. En un momento dado, mencionan en la serie a Andrew Tate, el gilipollas mediático, con su masculinidad tóxica y su misoginia. A mí me parece imposible que nadie le tome en serio y no consuman su contenido de forma no irónica, pero aun así, parece que tiene su público. Y muy grande. Veo que esto me está dando para otro debate, así que vamos a volver a la serie. Quizás más adelante escriba algo sobre estas movidas.
Puede que el capítulo más célebre sea el de la entrevista con la psicóloga (la fiscal de menores, terapeuta o el cargo que tenga, no lo tengo muy claro). En este capítulo, la tensión entre el adolescente y la mujer crece. Lo que parecía un chaval apocado, asustado de los primeros capítulos, deja ver que es violento, es agresivo con ella. Busca su superioridad imponiendo sus reglas. Más adelante, veremos que la figura paterna también muestra estos arranques violentos. Se habla poco de la madre, de la hermana. Se habla NADA desde el punto de vista de la víctima. Pero es que creo que la serie va un poco de eso, de lo que ha hecho un adolescente, un hombre pequeño que está creciendo para ser un hombre grande, educado por otro hombre, detenido por otro hombre. Pero que está ahí por matar a una mujer, a una niña. La psicóloga es la mujer con el papel más importante de la serie, y aunque el hombre que se sienta frente a ella apenas tiene 14 años, no duda en mostrar su superioridad.
¿Qué pueden hacer los padres? ¿Es en parte culpa suya por la educación que le han dado, o quizás es por la educación que NO le han dado, delegando en la información que rula por el mundo, contaminando las mentes en formación de los adolescentes, como si fueran las grasas saturadas y los azúcares de los que hablábamos al principio? ¿Hay que poner vallas al campo?
Pues no lo sé, pero mírate la serie, porque aunque no te dé las respuestas, te hará pensar.
Le voy a poner un 8,8. ¡AY, CASI SOBRESALIENTE, QUÉ RABIAAAA!