El nombre de esta tía me sonaba. No sabía de qué, porque tampoco es que fuera una celebridad. Cómica, mujer y encima danesa (aunque anglosajona de adopción y habiendo hecho carrera en inglés). No tenía muchas papeletas de ser conocida por ahí, cuando ni siquiera la mayoría de los cómicos americanos llegan a ser conocidillos aquí. Así que, como buen hombre blanco hetero, solo me quedaba hacer una cosa para aprender sobre ella antes del show al que iba a asistir esa tarde (gracias a mi novia, claro): me puse a debatir en el trabajo con Grok, la IA creada por Elon Musk, sobre la carrera de esta cómica y si era considerada socialmente como WOKE. ASÍ ESTÁN LAS COSAS, AMIGOS. Obviamente, hay aquí mucho sarcasmo. Muchas de estas cosas las hago irónicamente, me gusta rizar el rizo y poner a prueba, por ejemplo, al tal Grok (esto merece una entrada aparte). El caso es que Grok te sigue mucho el rollo, y me confirmó que sí, que Sophie Hagen es considerada como woke por los temas que trata: el feminismo desde la perspectiva queer de género, la gordofobia, pero también cosas más “transversales”, para mucha otra gente que se pueda sentir identificada, como la crisis de los 30, hacer nuevos amigos, la introversión que roza el autismo… en fin, muchos temitas.

Y pasamos ahora al monólogo en sí. Fue en el Vooruit, un teatro-centro cultural/social que tendrá más de 200 años, símbolo de la lucha obrera y que ahora alberga desde un bar a una sala de conciertos y teatro para eventos como este. El interior, majestuoso, con palcos, molduras, vidrieras, telas aterciopeladas, butacas algo incómodas (¿pero con capacidad para… 500 personas?) y un escenario chulo, no muy grande, pero más que suficiente. Y como buena escenografía de un monologuista: un micrófono en su soporte, un taburete y una silla baja con un papel y una botella de agua. Y allí se subió Sophie Hagen, una hora aproximada de comedia.
He de decir que, después de alimentar mis sesgos con la ayuda de Grok, yo ya me esperaba que la señora eligiera a un buen ejemplar de heterazo blanco, me sentara en el taburete en medio del escenario y me ridiculizara delante de su público fiel, exponiendo mis comportamientos más machistas, racistas… en fin, mis cositas (para nada soy eso, eh). Pero para nada, por supuesto.
Empezó con bloques de comedia clásicos, cerraditos y coherentes. Me gustó cómo manejaba los guiones (porque reconocí cosas calcadas a algunos artículos suyos que había visto publicados esa tarde), interpretados con soltura y que no perdían la gracia para un neófito a su humor, como era yo. Hizo que los temas más “ajenos” a mi casuística, como pueden ser las sensaciones de una persona queer gorda, resultaran cercanos a gente como puedo ser yo, facilitando su comprensión y sin sentirme culpable al reírme de ellos.
Al final, un poquito de conversación con el público y una lectura, en tono irónico, de datos reales sobre cómo afecta la gordofobia a la vida de las personas que la sufren. Reivindicación sin cringe, muy bien.
Debo decir que era el primer monólogo en directo al que acudía, en general, y la experiencia me ha hecho querer ir a más. Doy las gracias a mi pareja por llevarme, y a Sophie por la manufactura.