66 añazos que tiene el bueno de Kevin Bacon. ¡Y lo bueno que está! (no homo).
Que esta sea la primera frase con la que arranca la reseña igual no augura una serie de calidad, pero no me negaréis que el tío se conserva de escándalo.
Y, efectivamente, la verdad es que no estamos ante la serie del año. Si viste esa peli —cuyo nombre no recuerdo y tampoco pienso buscar (¡qué dejadez, Dios mío!)— de Jamie Foxx (¿lleva dos X? Bah, tampoco lo pienso comprobar) en la que cazaba vampiros bajo la tapadera de limpiador de piscinas, pues esto te va a sonar bastante.

Bacon, que siempre es buen desayuno si lo acompañas con UN BUEN PAR DE HUEVOS (perdón, hoy estoy tonto), es un pueblerino paletillo de la costa este (Georgia o alguno de esos estados sureños entre el gótico y el redneck) que se gana la vida como cazarecompensas. No sé hasta qué punto es veraz que un señor de casi 70 años se dedique a capturar criminales escopeta en mano… y que su madre, que debe de andar ya por los 90, le acompañe a tiros también. Pero ahí está el rollo.
El caso es que un día los malos le cortan el cuello, pero Hub (el personaje de Bacon) vuelve del más allá tras hacer un pacto con el Diablo. Su nueva misión: cazar demonios y devolverlos al infierno. Le van llegando faxes con los nombres, los busca en Wikipedia (literal) y hale, a la caza.
Mientras tanto, aparece el novio malote de su exmujer, un tipo en chándal con sombrero vaquero. Ese es el nivel del outfit del villano, para que te hagas una idea. Los capítulos son cortos y al grano: demonio, escopetazo, arde, y siguiente. A veces da risa lo fácil que los fulmina. Se supone que es una serie de acción, pero la acción dura 2 minutos mal contados.
Total, que entre cazas y faxes infernales, va recuperando la relación con su exmujer y con su hijo paleto (con mullet, claro) que también toca country, como buen sureño. Y, cómo no, se va desvelando quién es en realidad el vaquero chandalero.
Pasan unas cuantas cosas más, pero meh, tampoco importan. La serie es eso: acción ligerita, entretenida, pero poco más. Y quizás justo eso —que no pretende nada— la haga más llevadera.
Por todo esto le iba a poner un… 6, ¡pero qué coño estoy diciendo! ¡SI ES UNA BASURA!
Le voy a poner un 3,5. No sé qué se me había pasado por la cabeza.
Pero un 3,5 que no duele tanto ver, porque son solo… ¿8 capítulos? Creo. Bah, poco importa.