Las historias clásicas siempre funcionan: la lucha por el poder, la venganza. Un niño que presencia la muerte de su padre y jura venganza. Una traición a un rey perpetrada por su hermano. Una elección entre el honor y la huida. El trasfondo de la historia es el mismo, se han hecho mil veces, pero suelen ser las mejores. Y de esto va The Northman.
Tenemos a un rey vikingo que vuelve de la temporada de saqueo. Su mujer, su hijo y su hermano esperan en su reino, junto a sus fieles súbditos. El heredero, Amleth, todavía un niño, se tiene que preparar para coger la corona y suceder a su padre, que tiene un corte en la barriga o algo así, y no se ve ya violando y robando pueblos el verano que viene. Así que se lleva al chaval a la choza de un viejo chamán, que les hace un ritual en el que se fuman, se ponen a cuatro patas y beben de un cuenco como perros. Después del teambuilding, padre e hijo salen satisfechos del chabolo, pero ¡ay! SPOILER, tremendo flechazo que se come el rey. Aun así, les planta cara a los bandidos, liderados por, sorpresa, ¡EL HERMANO MALVADO!, claro que sí. El niño lo ve todo, cómo se cargan a su padre, y se pone a correr por el bosque. Los secuaces del traidor son bastante torpes, aunque al final uno pilla al niño, que le mete un navajazo en la napia y lo deja Voldemort perdido. Y así, tan fácil, el Amleth se pira. Se roba una barca y se marcha del poblao, jurando venganza para su padre y salvación para su madre, que parece que es la nueva novia de su propio cuñado.
Hacemos una elipsis narrativa y nos encontramos de nuevo al Amleth, ahora convertido en un fornido y callado hombreton rubio y musculoso, que se ha juntado con otros como él. Cubiertos de pieles de lobo, se dedican a saltar la valla de los puebluchos que encuentran y masacrar aldeanos. Así está la cosa, hasta que el tío escucha que se van a llevar a unos esclavos camino del reino del hermano malvado. Así que se pone unos harapos y se hace pasar por esclavo, vamos, en barco a hacerle una visita al tío. Por el camino se encuentra con la de Gambito de dama, y ya se nota que se van a dar lomo. Total, que llegan a los dominios del hermano, pero de reino nada: el muy tonto ha perdido todo el territorio, se ha mudado a Islandia (se me olvidaba decir esto) y ahora tiene una especie de granja-escuela con 4 vacas y un puñado de soldaditos. Allí está la madre también, y los hijos que tiene con el tío (uno ya venía de antes, vaya usted a saber de dónde). Así que aquí pasa una temporada el Amleth, sembrando grano y moviendo piedras, y haciéndole putaditas al tío cada vez más gordas: descuartiza a unos colegas del hijo y monta un caballo con los pedazos (artista que es él), les envenena los caldos con unas setas alucinógenas, acuchilla a una vieja bruja que hay por allí… Como es normal, el nuevo rey se enfada un poquito. Ya con los cojones hinchadísimos, el Amleth le dice a su madre que ha venido a salvarla, pero vaya girito: que no, que el cabrón es su padre, el rey viejo. Que el traidor es una bendición, que él es un bastardo y que te pires de la granja. Esto no gusta a Amleth, así que con mucho temple decide pasarse por la espada a su madre, al hijo mayor y al pequeño también, ya que estamos. El padre enfadado. En este momento, nuestro protagonista tiene la opción de pirarse con su novia, ya prenada, o quedarse para proteger su honra (y a su familia, según él) y enfrentarse al tío. Y allá que va, se pelean a espadazos en pelotas en un volcán, epiquísimo como en La Venganza de los Sith. Y nada, muertos los dos.
La historia de Amleth, el mito nórdico, es la de Hamlet, de ya sabéis quién. La historia se repite y funciona, cuando es buena.
A ratos, la película me recordó a Valhalla Rising, aunque esta última tiene mucha más locura, es más oscura, si cabe, más… cruda, no sé.
Aun así, creo que esta peli está bastante aceptable, tiene esas rayadas del árbol Yggdrasil con la gente flotando, y la lucha «imaginada» con el draugr, que le aportan un toque de fantasía, de realismo mágico nórdico.
Le pongo un sólido 6,5.